2020, el año que el mundo debió parar, pero no lo hizo

Este año, el menos esperado de todos, mi casa se convirtió en mi mundo entero, pero también se convirtió en un búnker o una muy pequeña fortaleza para alejar a ese temible virus del que todos hablaban, pero nadie parecía conocer en persona. 

No fue necesario el pasaporte, pues la diminuta frontera que divide la cocina de la sala no requirió papeleos, las maletas se llenaron de polvo y la ropa de diario se retiró para darle la bienvenida a las pijamas y las pantuflas.

El Covid-19 pausó las clases en la universidad y las salidas a comer, las aventuras diarias se redujeron a los esporádicos viajes a la tienda o a tirar la basura, mientras que las compras en el supermercado se convirtieron en un verdadero safari en el que no sólo debía esquivar multitudes de incrédulos de la pandemia, sino que también debía salir ataviada con cubrebocas, careta y gel antibacterial como si fueran municiones para la guerra.

Este año el mundo debió detenerse, pero no fue así, poco a poco la incredulidad y la necesidad superaron al miedo y el mundo siguió su curso, lento pero constante.

La indicación mundial fue “quédate en casa”, y aunque los primeros meses no parecía un mandamiento difícil de cumplir y muchos sucumbimos a los placeres de estar encerrados y no tener que lidiar con el mundo, muchos no han tenido ese privilegio, basta asomarnos por la ventana para mirar a decenas de vecinos salir tan temprano como siempre camino a sus trabajos, pues el mundo no puede detenerse.

Las fiestas, las posadas, los cumpleaños y los juegos de los niños en las calles debían detenerse, esa era la recomendación, pero no fue así, pues tianguis, mercados, comercios, centros comerciales y prácticamente todo siguió abierto, porque el mundo no pudo o no quiso detenerse.

Este año los días apresuraron su marcha uno detrás del otro como soldados idénticos camino a la inminente batalla, sabiendo que morirán sin ningún motivo digno de recordar. Al final, la suma de los días se convirtió en una sanguinaria guerra que se perdió antes de haber iniciado y los días, cuáles héroes sin nombre, yacen asesinados en el árido pavimento sin saber a qué vinieron al mundo.

Eréndira Mejía Mújica

Licenciada en Comunicación Social y maestra en Ciencias y Artes para el Diseño por la UAM Xochimilco. Amante de las letras, la arquitectura y las finanzas personales.

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