El 2021 será recordado por muchas cosas, en primera instancia por una pandemia a la que no se le ve fin, pero también por ser el año en el que la Selección Mexicana Femenil por fin tuvo a una mujer al frente y en el que atestiguamos cómo Leonardo Cuéllar renunció al banquillo del América. Incluso hace unos días preguntaba en mi cuenta de Twitter, ¿será que en unos años nos preguntemos algo así como “tú dónde estabas cuando te enteraste que Cuéllar dejaba al América”? Sin duda, hitos que no olvidaremos.
¿Por qué Leonardo Cuéllar es considerado, sobre todo por muchos no tanto así por muchas, como “el padre del futbol femenil”?
Por desconocimiento. Si tenemos que hablar de hombres que le pusieron a empeño al futbol femenil, antes que cualquier otro, tenemos que ir hasta los años 70 para mencionar a Efraín Pérez y Víctor Manuel Meléndez. Pérez fue el primer entrenador de la Selección, en el Mundial extraoficial de Italia 1970, mientras que Meléndez, hizo lo propio, pero en el Mundial de México 1971.
En ese mismo contexto, Efraín se volcó a trabajar, junto a otras personas como las mismas jugadoras, para organizar de buena forma las ligas en la Ciudad de México; además, encabezaba la Federación Mexicana de Futbol Femenil (sí, existió esta organización) e hizo todo para que el equipo nacional fuera considerado en la Federación Internacional de Futbol Femenil (y sí, también existió esta otra). Claro, también hay que decirlo, el papel de Pérez y de Meléndez no dejaba de estar mediada por intereses y por pactos patriarcales con los patrocinadores, por ejemplo Jaime de Haro, que al final de cuentas, terminaron por no conseguir lo necesario para las futbolistas, pero hago este apunte para que no se olviden estos nombres que aparecieron desde hace 50 años y así quede claro que Cuéllar no inventó el futbol femenil mexicano, sino que fue traído a la Federación Mexicana de Futbol por su amigo Enrique Borja y, claro, tuvo años prometedores al frente del Tri Femenil, con la calificación al primer Mundial y las medallas en los Panamericanos de 2003 y 2007, pero se le dan las gracias por este periodo y hasta ahí.
Entonces hay que preguntarnos, ¿por qué ha podido mantenerse en el futbol femenil si sus logros no han sido fuera de serie, sino dentro del desarrollo natural del balompié nacional?
Por el machismo. En la Femexfut, le compraron el cuento a Cuéllar y aliados de que nadie quería hacerse cargo del equipo femenil y que “no había” alguien más (dígase mujer u hombre) con preparación para el puesto. Esto pese a que Mercedes Rodríguez, jugadora en los años 90 y auxiliar técnica en el Premundial de 1995, había pedido una oportunidad, y a que Andrea Rodebaugh, desde el 2008, ya estaba como entrenadora de la Sub-20, por lo que podía ser su sucesora natural, pero de manera misteriosa, le dieron las gracias al poco tiempo.
En ese tenor, con el discurso de los Cuéllar, y una total falta de interés de la Femexfut por muchos años, no se hizo nada por un cambio verdadero. Por lo tanto, el descontento de jugadoras y afición fue creciendo hasta que la olla de presión explotó y Leonardo dejó el puesto ante el ojo público, pero se sabía que continuaba con injerencia en el accionar tanto de su hijo Christopher como de Roberto Medina, hasta que en este 2021, la llegada de Mónica Vergara, que también fue instruida en gran parte por Cuéllar, pero ha trabajado por su cuenta, ha venido a cambiarle la cara a la Selección.
Pero entonces, ¿por qué lo contrató América?
Otra vez por desconocimiento y, además, por desinterés en la escuadra femenil. Desde mi punto de vista, la directiva azulcrema se fue por la fácil, llevar a un nombre de peso en el medio para que este a su vez pudiera integrar a jugadoras que ya conocía de la Selección y así no padecer tanto, pues se trataría de futbolistas ya formadas que sólo llegarían a brillar a Coapa, sin embargo, la realidad fue otra, sobre todo porque varios equipos no se conformaron con lo que ya había, sino que integraron proyectos sólidos que, de inmediato, le dieron la vuelta al estilo Cuéllar, un futbol de pelotazo, sin trabajo de medio campo ni de táctica fija, lo que provocó que aunque tuviera diamantes, muy poco se les viera destellar.
Reitero lo que escribí párrafos arriba, sí hay que agradecer a Cuéllar lo que generó en cierto periodo para el futbol femenil de México, para mí, de 1998 a 2007, en los que puso a las futbolistas en los reflectores, pero ese proyecto terminó por desgastarse y debía dar las gracias en el 2008 para que Rodebaugh tomara las riendas del equipo, pero quizá su ego lo hizo cumplir con esos 18 años de los que había hablado cuando llegó y no quiso tirar la toalla con dignidad como ahora sí lo aplicó con América. Cuéllar es una pieza más del rompecabezas llamado futbol femenil mexicano, pero no es la más importante ni de cerca.