¿Qué niña fui? Me pregunto hoy 29 de abril, día en que escribo esta columna y uno antes de que se celebre el Día de la Niña y del Niño en México. Para responder, mi mente viaja al pasado, a hace 26 años, a los primeros recuerdos que todavía mantengo vívidos. Una serie de imágenes pasan por mi mente: la primera vez que vi a mi mejor amiga en la sillita de al lado en el kínder, la vez que bateé un home run en el receso, la tarde en que por jugar futbol rompimos un cristal en la escuela, mi primera barrida, un gol que anoté desde la banda izquierda del campo de mi pueblo… la vez que lloré porque el pediatra le dijo a mi mamá que el futbol no era para niñas.
Y sí, tuve la fortuna de que mi infancia estuviera llena de juegos al aire libre y, sobre todo, de futbol. Cuando tenía ocho años, mi familia y el pueblo entero enloqueció por el Mundial de Francia 98, debido a que nuestro paisano Luis Hernández ‘El Matador’, originario de Poza Rica, Veracruz, una ciudad muy cercana a mi comunidad, era la figura de aquella Selección. Aquel torneo me marcó.
Después de eso, mi vida ya no fue la misma. Busqué el futbol nacional en la televisión abierta, me hice aficionada del Atlas (cosas raras que una decide a los nueve), convencí a mis amigas de cambiar el béisbol por el futbol en los recesos y en las salidas de la primaria. En casa jamás me prohibieron practicarlo, cuando llegaba de clases, jugaba futbol con una de mis hermanas, usábamos una pelota de esponja de Coca Cola. Mi mamá me regaló mi primera camiseta rojinegra y unas espinilleras. Recuerdo la vez que me caí en la banqueta que rodeaba el campo de futbol porque los tacos Manríquez (los primeros que tuve) se resbalaban a cada paso que daba sobre el pavimento. Esa fue mi realidad, en casa nunca me ofendieron o me castigaron por patear una pelota, pero sí me fui encontrando con obstáculos: que no existieran equipos para niñas, tuvimos que formar uno, pero no teníamos contra quién jugar; que mis profesores no entendieran que prefería jugar futbol a los concursos de conocimiento, para ellos era un desperdicio; y claro, los adjetivos como marimacha y machorra, un clásico.
Ahora, me pregunto, ¿qué otras realidades, parecidas o distintas a la mía se encuentran las niñas hoy en día en México al momento de querer comenzar a jugar futbol? Es innegable que han cambiado muchas cosas para bien, que cada vez es más común ver escuelas de futbol para niñas, verlas también como aficionadas y ahora, soñando con convertirse en profesionales. Esto lo celebramos quienes crecimos en otro contexto. Yo, por ejemplo, soñaba despierta con jugar en Atlas, pero claro, no existía una escuadra femenil, eso no impedía que imaginara en el Estadio Jalisco festejando un gol o un campeonato, esto, para las niñas que ahora tienen nueve o 10, ya no es imposible, pueden apuntar a ello y esforzarse por lograrlo.
Sin embargo, también es cierto que la sociedad no avanza tan rápidamente y que aunque existan estas opciones para las niñas de hoy, se mantiene las barreras, sobre todo en lo social. Me refiero a lo complejo que es convencer a madres y padres de que su hija puede ser futbolista profesional, que puede dejar de lado los estereotipos de género y ser atleta de alto rendimiento. Los mandatos de género para las mujeres: ser madres, esposas, cuidadoras, nobles, dulces, sutiles, sumisas… las alejan del deporte de élite, esas son las barreras que aunque no están escritas, se mantienen con vida en muchos hogares de México.
En el ahora, el activismo, el movimiento feminista, las luchas que se llevan a cabo en diferentes áreas por darle más oportunidad a las niñas de convertirse en lo que ellas quieran pisan cada vez más fuerte, y nuestra labor, de quienes ya pasamos por eso, es impulsarlas, cobijar esas iniciativas, darles eco, para que las niñas de hoy y del mañana sean libres en todos los sentidos, lo que incluye el hecho de que puedan aspirar a soñar con un estadio repleto que las ovacione, que en sus reseñas de ídolas hablen de Vero Boquete o de Megan Rapinoe y que sí, se permitan apasionarse y vibrar con el futbol.
Yo lo hago por esa niña que fui, la que soñaba con el estadio Jalisco, con jugar en la Selección Mexicana, con hacer del futbol su vida… ¿lo harías por esa niña que fuiste?