Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 están marcando una pauta en cuanto al papel de las mujeres en el deporte, ya no sólo se está hablando de su presencia cada vez mayor, sino de temas que por lo menos en Río 2016 todavía no sonaban: la salud mental, el sexismo en los uniformes y la presencia de niñas en deportes considerados totalmente masculinos como el skateboarding. Que los debates se abren en pro de la libertad de las mujeres y las niñas.
Simone Biles, siempre campeona
La gimnasta estadounidense Simone Biles puso sobre la mesa la necesidad de tomar con total seriedad la salud mental, algo que ya se venía abordando a propósito de lo sucedido con la tenista japonesa Naomi Osaka cuando abandonó el Roland Garros tras ser sancionada por no atender una rueda de prensa, a pesar de haber explicado que se trataba de una cuestión de salud mental.
En Tokyo, fue Biles quien se retiró de la prueba por equipos, luego de haber tenido una difícil rutina en salto de caballo. “Después de la actuación que hice, simplemente no quería seguir. Tengo que concentrarme en mi salud mental. Simplemente creo que la salud mental ha tomado más relevancia en los deportes en este momento”, declaró la estadounidense. Asimismo, Biles no participó en las finales individuales de salto de caballo y barras asimétricas.
¿Es un capricho de la atleta? ¿Es de cristal? Para nada. Lo que ocurre con Biles no sólo se trata de un “ya no quiero participar”, sino de pensar en el beneficio de su propio equipo y en ella, puesto que lo mental puede transformarse en algo físico. Así es, parece que los ‘twisties’ afectan a la deportista, ¿qué son?, se definen como bloqueos mentales, los cuales, en el caso de las gimnastas, ocurren en instantes en los que pierden su sentido de orientación mientras realizan sus rutinas, lo que podría provocar una mala caída y lesiones de gravedad, así que no, no es un juego esta decisión tomada por la estadounidense.
Esta situación ha desatado opiniones encontradas, pero creo, para empezar, que el hecho de que opinemos acerca de la estabilidad emocional y mental de las y los otros está de más, puesto que nadie puede entender por lo que la gente atraviesa, mucho menos las personas deportistas, quienes viven bajo niveles de estrés altos, qué decir del caso específico de Biles, quien ha tenido una vida más que complicada, en la que se cuenta el abuso que ella y sus compañeras sufrieron en el equipo de gimnasia de Estados Unidos por parte del médico Larry Nasar. Aquella persona que ose siquiera cuestionar qué necesita o no esta atleta, está hablando desde su ignorancia en cuanto a la relevancia que ha tenido siempre la salud mental y que si antes no se tocaba ese tema no era porque no fuera fundamental, sino por falta de cultura.
Biles seguirá siendo campeona olímpica y, hasta ahora, la mejor gimnasta del planeta, con movimientos que incluso llevan su nombre, pues nadie más ha podido replicarlos en una competencia. Ella no le debe nada ni a la afición ni a los medios de comunicación, sólo a ella misma y ya se está atendiendo.
Uniformes sin sexismo
Previo al inicio de Tokio 2020, a mediados de julio, la selección femenina de playa de balonmano de Noruega se negó a jugar en bikini, por lo que optaron por un top y licras, con el argumento de sentirse incómodas. Las atletas no fueron respaldadas, sino que recibieron una multa por mil 500 euros por “faltar al código de vestimenta”. Ante esto, la cantante Pink las felicitó y se ofreció a pagar su multa, en apoyo a su manifestación contra el sexismo. Este hecho marcó la pauta para lo que después sucedió en los Olímpicos.
Ya en la justa de Tokio, las gimnastas alemanas siguieron con esta tónica, al decidir usar un traje de cuerpo completo y no así el leotardo “tradicional”. Esto también ha desatado polémica, puesto que hay quienes se dan golpes de pecho diciendo que “ya todo se quiere cambiar, nada les gusta, generación de cristal”, cuando simplemente se trata de que las mujeres tengan la libertad de elegir con qué vestimenta se sienten más cómodas para realizar sus actividades, en este caso, de alto nivel, es decir, si hay quienes no tengan problema con el bikini o el leotardo, podrán seguir utilizándolos, pero que haya opciones para las que no quieren hacerlo. Parece que a la sociedad le cuesta trabajo aceptar que las mujeres queremos y debemos decidir sobre nosotras mismas.
Niñas haciendo deporte
El skateboarding femenil irrumpió en los Juegos Olímpicos, pero no sólo porque las mujeres se lo apropiaron, sino porque las medallistas fueron niñas de entre 13 y 16 años, demostrando que las infancias tienen tanta capacidad como cualquiera, echando por la borda el adultocentrismo y la forma secundaria en que suele considerarse a niñas y niños.
La medalla de oro en la modalidad ‘calle’ fue para la japonesa Momiji Nishiy (13 años), levantando la cara por el país anfitrión; la plata fue para la brasileña Rayssa Leal (13 años), quien mantuvo la atención de todo su país en la madrugada del 26 de julio, con un rating superior a los de la Copa América varonil, incluso de la final entre Argentina y Brasil; finalmente, el bronce se lo llevó la también japonesa Funa Nakayama (16 años).
Cuánta importancia tiene que las niñas de todo el mundo vean a estas referentes rompiendo paradigmas, que noten que existen modelos a seguir fuera de los roles tradicionales de género, fuera de los “deportes para mujeres” establecidos en un sistema patriarcal que queremos que se siga tambaleando. Por más mujeres sobre patinetas, sobre tablas de surf, en las canchas para jugar rugby o en el ring para boxear. Que se sigan rompiendo los moldes, es más, que dejen de existir los moldes que limitan las aspiraciones de todas las mujeres del mundo.