“Lo que no se nombra no existe” es una de las expresiones feministas más importantes de la actualidad y puede aplicarse para un análisis crítico en diferentes ámbitos, pero en este caso, lo retomaré acerca del lenguaje que se utiliza en las transmisiones de futbol en México.
Por supuesto que el ejercicio que da vida a esta columna no tiene la rigurosidad de una investigación de posgrado ni nada por el estilo, pero sí permitió dar cuenta de las diferencias que existen en las transmisiones del futbol femenil y del varonil y que son producto de una sociedad patriarcal que encuentra en las palabras una forma de dominación y de perpetrar las relaciones de poder entre lo masculino y lo femenino.
Diferentes investigaciones han demostrado, con enfoques cuantitativos y cualitativos, que los medios de comunicación son un instrumento que construyen estereotipos de género, lo que incluye, por supuesto, al periodismo deportivo, espacio en el que se enmarcan las características que la sociedad impone por razón de género y donde se construyen especialmente las masculinidades.
Por ejemplo, la Universidad de Cambridge desarrolló un análisis de las coberturas mediáticas de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, ese trabajo incluyó 160 millones de palabras y las conclusiones fueron que los hombres ocupan tres veces más espacio o tiempo en la información deportiva que las mujeres. Asimismo, las palabras más utilizadas para ellas fueron “edad”, “embarazada” y “soltera”, mientras que, para ellos, “rápido”, “fuerte” y “fantástico”. Esto deja claro que, aunque sea de forma inconsciente, la prensa deportiva construye de manera distinta los referentes femeninos y masculinos.
Lo que sucede en la Liga MX Femenil
Desde que comenzó la Liga en 2017 y, con ella, las transmisiones de los encuentros, se han hecho constantes críticas a todas las televisoras (Fox Sports, TUDN, Marca Claro, TVC Deportes, Azteca Digital) y de forma directa a algunos narradores y comentaristas, la mayoría en un sentido constructivo, en cuestiones relacionadas con no saber los nombres de las jugadoras (volvemos al “lo que no se nombra no existe”), hablarles con sustantivos o adjetivos inapropiados (no acordes con la práctica profesional del periodismo ni con el papel de esas mujeres como futbolistas) y desconocimiento del medio en general.
Por esa razón decidí hacer un breve ejercicio para demostrar que esto es real y que no son críticas sinsentido de periodistas como la que escribe esta columna o de la afición que quiere contenidos de mejor calidad. La tarea que me planteé fue ver dos partidos de la Liga femenil y dos de la Liga varonil y tomar nota del lenguaje. Así obtuve los siguientes resultados:
En 180 minutos de futbol de mujeres, 15 veces se refirieron como “chica” o “chicas” a las jugadoras; además de que en ocho ocasiones se les nombró “muchacha”, “muchachas” o “muchachitas”. En tres momentos, para describir al partido, se usó el adjetivo “lindo” y dos veces se utilizó el diminutivo para nombrar a una jugadora aun cuando no es su apodo como podría entenderse en el caso de “Chicharito” Hernández o “Ponchito” González.
Por otro lado, se usó la expresión “futbol de damas” y “árbitros mujeres”, cuando en esta última, ya es aceptado decir simplemente “árbitras”. Asimismo, en cuanto al uso de los nombres, en el balompié de varones, lo más común es llamarlos por apellido, por nombre y apellido o bien por apodo, con algunas excepciones en las que el nombre de pila cobra fuerza o porque así lo decide el jugador, sin embargo, en la rama femenil, los narradores suelen elegir, en primera instancia, el nombre de pila, es así que se escuchó en repetidas ocasiones: Joana, Zellyka, Fer, Nati…
Por otro lado, en 180 minutos de futbol varonil, no se usaron los sustantivos “chico”, “chicos”, “muchachos”, “muchacho” o “muchachito” (aun cuando hubo un debut de un joven de 20 años). No se usaron diminutivos para referirse a los futbolistas, salvo en una ocasión que uno de los comentaristas dijo que uno de ellos parecía “torito” para enfatizar la fuerza con la que había intervenido en una jugada. Además, se usaron palabras como “poder”, “alto” y “rudo”.
En ningún momento de la transmisión se habló de temas fuera del deporte, una situación que en los partidos de la Liga Femenil es recurrente, pues se escucha hablar de comida, música, películas, mascotas y constantemente se menciona a la gente en redes sociales, algo que en los partidos varoniles apenas sucedió en un par de ocasiones. En cuanto a referirse a los jugadores, las opciones fueron las siguientes: a la mayoría se le nombraba por apellido, seguido de nombre y apellido, otros por apodo y sólo a un jugador se le nombró por nombre de pila/apodo (Chucho, quien es Jesús López).
¿En qué se basa esta diferencia y por qué se trata de un lenguaje sexista? Lo explica Xóchitl Sen Santos, experta en análisis del discurso y deporte, al decir que en el periodismo deportivo “lo que no ha cambiado es el lenguaje sexista, pues se habla de ellas como “las damitas”, “las chicas”, “las muchachas”, en otras palabras, una posición que requiere tutela”.
La misma Sen Santos continúa con este tema en su tesis doctoral, al hablar de la importancia de los medios a la hora de construir representaciones: “la forma en que utilizan el lenguaje para dar a conocer un acontecimiento, tiene inmersa una representación de la realidad que transmiten a los lectores, quienes, en su papel de consumidores de mensajes y productores de segundo nivel, le dan un sentido y se forman una imagen de lo que se les está diciendo”.
En cuanto a los temas que no tienen que ver con el deporte, las investigaciones de Cheryl Cook, Michaela Musto y Michael Messner hablan de “sexismo blando” o “coberturas suaves”, es decir, que aunque las palabras que se usan en las coberturas ya no reflejan el sexismo de forma clara, sí lo hacen al banalizar la actividad de las futbolistas, ¿cómo? Al hablar de temas que no tienen relación con el deporte o al usar sustantivos que las minimizan (chicas, señoritas, damas, niñas…) y adjetivos que se enfocan en su aspecto (bonita, linda). Esto, explican los investigadores, provoca que las marcas puedan no ver como interesante el deporte femenil y así es como los patrocinios e ingresos tardan más en llegar. Es decir, el papel de la narrativa de los medios de comunicación es fundamental para proyectar a las jugadoras, no sólo entre la afición, sino en lo económico, en espera de que se les voltee a ver y se les considere un espectáculo redituable.
En conclusión, existe una diferencia en las coberturas de mujeres y hombres en el periodismo deportivo, esto se puede notar en el lenguaje utilizado en las transmisiones de los partidos, por lo que es necesario que los profesionales de la comunicación estén abiertos a mejorar, sobre todo en contexto mundial en el cual se está luchando por la igualdad de género. No se trata de negar el problema, sino de aceptarlo y tomar acciones para que las futbolistas sean tratadas como profesionales en todos los sentidos, eso incluye la forma en que son nombradas.
Siempre megusta leer tu trabajo, todo lo que indicas, me ayudas a resaltarlo y poner más atención para modificarlo desde mi manera de hablar. E indicándolo a otr@s. Gracias por tus semillas, las generaciones furas las recibirán