Se me fue el miedo y se convirtió en incendio, salgo a las calles para que retumbe esta rabia que sale como bestia de la garganta, día a día las hienas salen de caza y ellos fijándose en las pintas, qué ganas de ser monumento o pared, qué ganas de arrebatarles la calma para que entiendan que las bolsas negras aventadas a un río no hacen de éste una buena cama, este dolor sigue y crece, no se va, marchamos teniendo en cuenta que cada paso lleva una cólera con nombre y apellido, sabiendo que las noches no son nuestras, estamos en medio del hartazgo y la locura, nuestra lengua se empapa de rebeldía y empiezan las consignas, empezamos a nombrarlas una a una para que no se vayan nunca, escribimos los nombres de quienes no llegaron a casa en las paredes para que todos sepan quienes fueron y su memoria sea vengada, volteo y veo la necesidad del abrazo, la necesidad de un “aquí estoy hermana”.
Se nos acabó la resistencia y empezamos con la acción, quemaremos todo hasta que se haga justicia, renaceremos de las cenizas, quedaremos afónicas una y mil veces para decirle al olvido que se vaya, en nombre de todas mis asesinadas levantaremos el puño y pondremos el pecho, ya no contamos ni con los sumisos ni con los mentirosos, contamos con nosotras, con el ardor de nuestro silencio saliendo a las calles, contamos con esta digna rabia que baila, canta, salta, quema, rompe, estalla.
Llega el brazo armado con una sonrisa burlona escupiéndole a la cara a toda nuestra ira, como celebrando que 14 mujeres son asesinadas al día, arrebatando la confianza de nuestras pupilas, puercos, puercas, pagados olvidando el barrio del que vinieron, son de los peores ciegos, obedientes, sumisos, tienen hambre y no ven el frío.
Nuestras heridas, señor presidente, no cierran de la noche a la mañana como el operativo para quitar pintas, tampoco son eternas como el gas que ardía, nuestras heridas, están decoradas con jacarandas, nos las lamemos solitas como gatas, gatas que esperan el momento preciso para quitarles lo que tanto nos sigue costando ganar, la calma.
Tengo la certeza, señor presidente, que entre tanta valla se coló la rabia, que entre tanta indiferencia se asomó la esperanza y que entre tanta morra gritando el miedo cambió de bando.